El boxeo presenció una noche histórica. Terence Crawford venció por decisión unánime a Saúl “Canelo” Álvarez, arrebatándole la supremacía de los supermedianos. Con este triunfo, el estadounidense logró algo inédito: convertirse en campeón indiscutido en tres divisiones, hazaña jamás alcanzada en este deporte.
Un plan que funcionó
Aunque muchos pensaban que el peso favorecería al mexicano, la realidad fue otra. Crawford no se dejó intimidar y ejecutó un plan calculado. Primero midió al rival, después impuso su jab y, finalmente, controló el combate con precisión.
El poder de Canelo nunca apareció. En cambio, la estrategia de su oponente se tradujo en dominio constante y acumulación de puntos.
Canelo sin respuesta
En los primeros rounds, Álvarez mostró agresividad. Parecía que podía sorprender. Sin embargo, pronto se topó con un rival que creció con el paso de los minutos. Cada intento de ataque del mexicano fue respondido con combinaciones rápidas.
Crawford no buscó un nocaut espectacular. No lo necesitaba. Su estilo, propio de la escuela estadounidense, se centró en ganar round por round con golpes claros.
El veredicto inapelable
Al llegar al último asalto, el desenlace ya estaba escrito. Canelo no pudo cortar el ring ni encontrar un golpe decisivo. Los jueces coincidieron: la superioridad de Crawford era evidente.
De esta manera, Bud reafirmó lo que muchos especialistas ya señalaban: es el mejor libra por libra del mundo. La noche marcó el cierre de una era para el mexicano y la consolidación definitiva del estadounidense.